Para no ser leído
Finalmente lo que Eve deseaba se cumplió, Ezequiel encontró su mirada, la misma que ella había depositado apropósito en sus pupilas.
A medida que se acercaba a ella, comenzó a observar todo a su alrededor, todo nuevo, su extraña belleza lo cautivo instantáneamente. Comenzó a hablarle, en realidad al principió solo pudo balbucear sólo un tiempo después pudo saludarla y presentarse, a lo cual ella le respondió presentándose correctamente y luego le contó que hacia tiempo que lo estaba esperando, intrigado Ezequiel comenzó a indagar sobre tal espera. Mientras esto ocurría agitadamente comenzó a beber los tragos que el cantinero le servia. Sus sentidos absorbían a una velocidad increíble, a su lado notó una extraña inquietud que lo obligaba a usar sus cinco sentidos; el sabor de las bebidas, el olor de su perfume, el timbre de su voz, con timidez puso su mano sobre la de ella para sentir la textura de su piel. Luego de un rato y con un poco más de valentía se atrevió a sentir el sabor de sus labios, se sentía embriagado de sentimientos o quizás embriagado de alcohol.
Mientras las horas pasaban Eve le contó un sin fin de historias, las cuales produjeron en Ezequiel un sin fin de efectos; lloró sus penurias, rió con sus gracias, pensó en sus enigmas, se alegró por sus victorias, se entristeció por sus derrotas. Por momentos pensó que la entendía por completo, luego entendía que no comprendía todo lo que ella le contaba mas quería conocer a Eve en su totalidad.
Continuaba corriendo el tiempo cuando Ezequiel se percató de que la noche se acabaría pronto, el bar cerraría sus puertas, sintió un desconsuelo terrible al advertir que ya pronto no podría seguir averiguando secretos de Eve. Se aferró fuertemente a ella, Eve advirtió rápidamente lo que le sucedía y también lo abrazo, se mantuvieron así hasta que de repente la música dejó de sonar. Por más que está haya sido la más triste que haya escuchado en su vida, Ezequiel hubiese deseado que esa música jamás terminará.
En el momento mismo en que la música se detuvo, todas las luces se apagaron, ya no podía ver el rostro de Eve, pero todavía la sentía cerca.
Ezequiel pensó: “¡Qué extraño lugar en el que te apagan las luces para que te retires!”, despidió a Eve con un amistoso beso, sabía que ya nunca volvería a encontrarla, miró la luz que salía como misteriosa de las hendiduras, se dirigió hacia ella, al abrirla supo que ya nunca más miraría hacia atrás. Eve solo lo vio partir, ya encontraría a alguien más para que se enamorará de ella.
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